martes, 26 de agosto de 2014

Anorexia cultural

"Todo tiempo pasado fue mejor" era la premisa que desnudara el personaje de Juan Pablo Castel en la obra "El Tunel" de Ernesto Sabato, en ésta el personaje hacia un soliloquio que exponía la gran mentira tras esta afirmación, aseverando que no es el tiempo pasado el que fue mejor, sino, que es nuestra memoria traicionera la que selecciona los mejores recuerdos. Es aqui donde me detengo y pienso "¿es que acaso siempre fue así?" en mis paseos por el septimo circulo del infierno que llamamos sociedad guiados por el buen virgilio no paro de asombrarme de la anorexia cultural en que vivimos. Anorexia que nos inhibe el apetito cultural, nos deja en los huesos y que al espejo nos entrega una ilusión de obesidad.

Continúo mi viaje por el infierno y observo asqueado... Asqueado de la comunidad, de mirar a las personas. Aquellos seres que se supone son quienes valen la pena... LAS PERSONAS.
Las personas hoy no son otra cosa sino gallinas en un gallinero, Preocupadas de producir para el dueño de la avívcola y alimentandose de harina de pescado que les tiran.
Me subo a la micro y escucho conversaciones vacías, debates absurdos, mentes simples enalteciendo a sus deidades -llamémoslas farándula, dinero, sexo- ultimamente ésta se ha vuelto una comunidad politeísta.
Camino por librerías y me encuentro 10 ediciones de lujo de los 20 poemas de amor y la canción desesperada y ninguna de Horizón Carré,5 variedades de Crepúsculo y ninguna de Hojas de Parra,estanterias llenas de bajo la misma estrella y nada para los cronópios ni los famas, para Borges, para Rojas, De Rokha, Rimbaud, Baudelaire, Poe, nada, nada.
Hago zapping en la tele y sólo me encuentro programas absurdos, ya nisiquiera las noticias hacen el esfuerzo. Me paseo por las radios sólo para escuchar una y otra vez el exito del momento que es cada vez más plástico que el anterior.
Una sociedad carente de cultura, viviendo su presente y olvidando su pasado. Una sociedad que se las da de culturófaga y habla despectivamente de la falta de literatos nacionales, la falta de musicos, como si en Chile nunca hubiera pasado nada.

Llenamos estadios para Daddy Yankee y Arjona. Mientras que Jethro Tull, Flairck o Chick Corea tienen que conformarse con la mitad del Caupolicán o del Teatro municipal de santiago.

Las tablas y el celuloide, artes totalmente vigentes en nuestro país, parecen un recuerdo de tiempos mejores...

La cultura se vuelve entonces un mito, las palomas sobre un piano polvoriento, la nostalgia de un recuerdo perdido.

Nos conformamos con la harina de pescado que nos entrega la tv y el omnipotente internet.

En tiempos de dictadura soñaba este país con poder exponer su cultura sin la censura irrisoria del régimen y hoy hemos mal utilizado nuestro libre albedrío hasta relegar a la cultura a un papelero olvidado.
¡Oh libertad!
¡horrible horrible libertad!