Usted quizás recuerde con cierto dulzor nostálgico una época muy diferente a la de hoy, una época en donde se utilizaban unos artilugios de papel a los que llamábamos libros.
Ocupábamos un espacio en nuestro hogar para acumular diccionarios, enciclopedias, atlas y obras de constulta varias. Obras que frecuentábamos cuando necesitabamos un dato específico y que por razones obvias eran utilizadas con mayor frecuencia en nuestra edad escolar. Cuando no poseíamos los libros necesarios, a veces debíamos realizar viajes de horas a la biblioteca que tuviera disponible lo que necesitabamos. Estas antigüedades aún existen en ciertos hogares, sin embargo, ya no cumplen el mismo papel, algunos son atesorados por su valor emocional y/o económico, mientras que otros sencillamente son escombros sin retirar, vestigios de una época en que la ilustración era más complicada de obtener.
El pasado también fue hostil en otros aspectos, para poder contactar a alguien mediante correo podíamos esperar meses. Ni hablar de tratar de entablar contacto con alguien a quién no veíamos hace tiempo.
Para poder escuchar música (fuera de la radio) había que almacenar varios dispositivos, ya sea en LP, EP, cassette o CD, era necesario el espacio físico para acopiarlo y también el dinero para comprarlos.
Para poder buscar alguna forma de matar el tiempo, teníamos que comprar el diario y así devorar los crucigramas, o esperar las revistas de nuestro gusto y realizar los test que aparecían
La modernidad ha ido dejando de lado muchos de estos románticos, pero engorrosos procedimientos. Quizás para bien, el internet nos ha facilitado la vida de maneras irrisorias, hoy tenemos acceso instantáneo a las mas grandes bibliotecas del mundo, podemos descargar el libro que deseemos sin tener que pasar meses o años garrapateando en las librerías, podemos acceder a cantidades absurdas de música a elección por poco dinero o hasta gratis, el servicio de mensajería es instantáneo, ubicar a una persona puede tomarnos quizas un par de minutos, los buscadores como Google o Bing han dejado obsoletos a las enciclopedias, diccionarios, atlas e incluso a las encartas, que fueran en su meomento símbolos de la ilustración virtual. ´También se han simplificado los sitemas de pago al punto en que las filas para pagar cotizaciones, impuestos, cuentas, sacar certificados, se han vuelto mínimas.
En ese aspecto hemos visto gran bonanza en el uso práctico. SIn embargo, existe también un daño colateral. Para muestra un botón: el propósito de las clásicas "tareas para la casa" o "tareas de investigación" era precisamente eso, el fomentar la investigación del estudiante. El traspasar la información de manera escrita desde un libro a la hoja del cuaderno permitía que el joven pudiera, aunque sea subconcientemente, empaparse de la información investigada. Hoy, cualquier tipo de información está sólo a un click de distancia y la desgenerada función copy-paste crea un atajo de todo el proceso anterior y de esa forma ha desvirtuado el propósito de la investigación.
Nos ha malcriado también, creando una cultura de lo inmediato, como si siempre hubiese estado ahí. Las nuevas generaciones sencillamente no concíben un mundo sin internet, de esa forma, esta ayuda se vuelve una necesidad. Es entonces donde debemos detenernos, ¿qué tan sana es esta necesidad?. Necesidad de la omnipresencia de la señal, de estar conectados todo el día, todos los días, de que todo sea inmediato. ¿A qué estamos dispuestos a renunciar? ¿a nuestra capacidad de espera, a nuestra paciencia, nuestra concepto de "normalidad", a la sanidad mental de nuestros hijos?. La nomofobia y patologías similares ya son pan de cada día.
Podemos estar frente a frente con otra persona y sin embargo bajamos nuestra cortina de hierro imaginaria para imbuirnos en nuestro cibermundo, nos reímos de los estados de facebook o los tweets de tal o cual fulano, todo esto mientras ignoramos por completo a quien esta frente nosotros. Lo que buscaba conectarnos, hoy por hoy nos separa. Quizás pensemos que esto corresponde sólo a un segmento de la población. Pero, por muy pequeño que sea el porcentaje al aplicarlo a los más de 1076 millones de usuarios de internet (cifra del año 2012) nos damos cuenta que en realidad la modernidad, con todos sus demonios, llegó para quedarse.
Por supuesto que es una cuestión de libre albedrío, es nuestra decisión el rendirnos o no ante la maquina. Y aunque así lo hagamos también es nuestra responsabilidad el sacrificar o no a nuestros hijos ante este ciberídolo. Será nuestra decisión si nuestros hijos necesitan minecraft o candycrush para subsistir o si pueden disfrutar de los placeres simples como correr y sudar, mirar los pajaritos, o jugar al luche.
Como dijera Aldous Huxley "La ciencia [o tecnología] es peligrosa; hemos de tenerla cuidadosamente encadenada y amordazada."
No hay comentarios:
Publicar un comentario